Hablar del patrimonio es hacer referencia a la huella
que dejaron nuestros antepasados de su existencia a través de su manera de ver
el mundo, de pensar, vivir y sentir, los cuales fueron plasmando en su día a
día heredando a los pueblos una riqueza inigualable que ha pasado de generación
en generación, recordándoles cuál es su origen, pero sobretodo otorgándoles
identidad y valor.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el patrimonio cultural no sólo
hace referencia a monumentos y colecciones de objetos, sino que engloba también
a las tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y
transmitidas a las generaciones futuras, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, así como saberes y técnicas vinculados a la artesanía
tradicional.
Cabe mencionar que el patrimonio cultural es parte
fundamental del turismo, pues es un incentivo que impulsa a que los turistas
visiten un destino, por lo que se puede decir que sin patrimonio el turismo no
existiría como tal.
Es por ello que el patrimonio cultural da paso a que el
turista tenga oportunidad de tener un encuentro frente a frente con el pasado e
identidad de las diversas culturas que dieron origen a los vestigios,
tradiciones, costumbres e ideologías de los destinos turísticos ricos en
patrimonio.
“El
patrimonio cultural en su más amplio sentido es a la vez un producto y un
proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan
del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras
para su beneficio” (Manual metodológico UNESCO, 2014).
Por ende, es necesario que turistas, comunidades receptoras del turismo, representantes del Estado, así
como empresas turísticas y todos aquellos relacionados con este sector,
trabajen en conjunto para llevar a cabo prácticas de conservación para dicho
patrimonio.
Preservar el patrimonio cultural es recrear y mantener
vivo en el presente nuestro pasado, por lo que es importante reconocer el gran
valor que da a la identidad de las sociedades. Promover
su conservación ayuda a que las generaciones futuras también tengan la
oportunidad de conocer y admirar todo lo que se nos ha sido heredado.